En cualquier parcela de la vida la medición es imprescindible para cuantificar los resultados, objetivos, metas establecidas que se hayan trazado previo a cualquier proyecto. El deporte no es la excepción: en atletismo los 9,58 segundos del jamaicano Usain Bolt en 100 metros planos, los 16 goles de Miroslav Klose en mundiales de fútbol, y así podríamos encontrar cifras increíbles en cada deporte. 

El sistema ELO permite asignar un valor numérico a la fuerza de cada jugador, que debe su nombre al físico de origen húngaro Árpád Élo. Este método matemático es el que emplea la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE por sus siglas en francés) para el cálculo del rating. A partir de esta cifra, encontramos al jugador número 1 del mundo, Magnus Carlsen con 2,876. Para el caso mexicano, el Gran Maestro potosino Gilberto Hernández con un puntaje de 2,553. 

Aunque el rating existe en prácticamente todas las plataformas de para jugar ajedrez online, la mayoría de las federaciones afiliadas a la FIDE cuentan con un rating interno. El único que tiene relevancia internacional y permite acceder a los títulos internacionales: es el rating FIDE. Por ejemplo, para alcanzar el título de Maestro FIDE hay que alcanzar los 2,300 puntos de ELO. Los títulos de Federación tienen la misma validez en cualquier parte del mundo. 

De hecho, la página de la FIDE permite ubicarte en un ranking nacional y mundial. Trataré de hacer el ejemplo con el caso de un servidor: cuento con un puntaje de 2,248 de ELO, ocupo el lugar 24 del ranking mexicano, para el caso del continente americano el lugar 732, y finalmente, para el ranking mundial estoy entre los primeros 7,000 jugadores (son datos con respecto a los jugadores activos). 

El rating FIDE nos pone en el mapa, en primer lugar, es encontrarse con un perfil asignado en la Federación que rige el deporte – ciencia, y después, comenzar a incrementar ese valor como exposición de la fuerza de juego para alcanzar títulos, un ranking importante, pero sobre todo: volverse un profesional del ajedrez. 

Por Luis Raygoza

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